sábado, 16 de maio de 2009

el desahogar del alma

Los talones son las primeras partes a se desplegaren del suelo. Un treintaavos de segundo después, también los dedos del pie están en el aire. Tchuff como un torpedo cayo en el agua y empiezo a ondular todo mi cuerpo. En los dos primeros segundos inmersa, no hay nada en el mundo. Sólo mi cuerpo. Ni el agua existe. Llevo mi cabeza muy rápido a la superficie y, tan pronto como el oxígeno llena mis pulmones, todo el universo se recría. El olor del cloro y toda suerte de pensamientos invaden mi cerebro al mismo tiempo, pero los sonidos del universo exterior a mí o al agua, aunque les oiga, son indistinguibles. Al principio, golpear con violencia la transparencia del nada me exige mucho esfuerzo y haz lo único ruido reconocible. Después de unas cinco o seis brazadas, mis movimientos ya se encuentran en la misma vibración de la infinitud exterior y mi cuerpo desliza sin cualquier destino físico. Soy el agua y floto en mis pensamientos.
Mis manos llegan a la pared por la última vez casi sin fuerza. Hierve mi cabeza, que ya no piensa. Es solamente mi nariz que respira jadeante en su búsqueda por más aire. Saco las antiparras, vuelvo a ver la realidad solida de la tierra. Cuando salgo de la piscina, tengo los músculos pesados por el cansancio, pero la mente sigue vacía. Como se quedará hasta que el agua de la ducha se me caya en los cabellos y entre en mi boca, llevando el gusto del cloro por el desagüe y despertando mis pensamientos a todo mi alrededor.

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